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Reinventa tu empresa

Actualizado: 15 nov 2021

Incluso en tiempos de calma, hay que ser inconformista.


El género humano necesita del cambio permanente, ese es el motor del progreso. Muchos dicen que es la innovación, pero no. La innovación requiere, por encima de todo, rebeldía para retar el “status quo”. Sólo luego, se produce el cambio.


La necesidad de adaptación no termina nunca.


Nuestra capacidad de mimetizar, ajustarnos al momento, a cada cultura, a distintos entornos profesionales y personales, en definitiva, la capacidad de gestionar el cambio guarda una relación directa con nuestro grado de bienestar.


Es bien sabido que el nuevo paradigma no se ocupa de la adaptación sin más, sino de la vertiginosa rapidez en que el cambio se produce. Los mercados exigen respuestas rápidas y estructuras ligeras. Es la dictadura del cortoplacismo y la inmediatez. No sólo hay que adaptarse, hay que hacerlo velozmente.


No sólo hay que adaptarse,

hay que hacerlo velozmente.


A cada éxito, le acompaña un nuevo reto. De lo contrario, la complacencia y ahí es donde peligran no sólo el liderazgo, sino la competitividad.

Este ha sido el modelo empresarial más extendido en Occidente después de la segunda guerra mundial; correr, correr, ¡¡¡correr!!! [Si preferís, sustituid el verbo “correr” por el que mejor os convenga como “consumir”, “crecer”, “gastar”, “recortar”, etc.].


¿Hasta dónde? El crecimiento

requiere energía y ésta tiene un límite.

Por ello, el fracaso es sólo cuestión

de tiempo.


¿En qué tiempo? Hasta que correr para crecer (más facturación, mayor retorno al accionista, reducción de costes, aligerar estructuras, etc.) se convierta en un valor en sí mismo, por encima de la cultura, de los valores y del propósito de la empresa o de un modelo social determinado.


Y puesto que las empresas no corren solas, sino que alguien las conduce, el fracaso empieza cuando sus directivos renuncian a los valores de la empresa a cambio de un retorno inmediato. Cuando el líder es desleal a la cultura de la organización, entonces, se dinamita la cohesión del grupo humano que la conforma.


La cohesión del grupo se rompe

cuando la actuación de su líder

no está en línea

con la cultura de la empresa.


Por suerte, iniciativas como la responsabilidad social corporativa tienen un papel importante en el cada vez más valorado capital reputacional y ofrecen la posibilidad de participar activamente en la gestión del cambio. Las compañías socialmente responsables lo vinculan a la búsqueda de un crecimiento empresarial, profesional y personal sostenible. Con ello, reinventan su modelo de gestión dirigiéndolo hacia la creación de valor compartido, a la vez que preservan la cultura de empresa.


Las compañías socialmente responsables

reinventan su modelo de gestión

hacia la creación de valor compartido,

vinculado a la búsqueda de un

crecimiento empresarial, profesional

y personal sostenible.


Esperemos que no se quede en otra moda pasajera.

Que disfrutéis de la lectura y, si os gusta, no dudéis en compartir, comentar y/o contactarme. Como siempre digo, estaré encantado de interactuar directamente con vosotros mediante respuesta a vuestros comentarios o por mensaje directo.



Josep-Maria

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